La nueva película de Luis Ortega ya está en la cartelera de Cine América de Santa Fe. Es el film elegido por la Academia de Cine Argentina para representar a nuestro país en los premios Oscar, un jinete alcoholizado huye de los matones enviados por su jefe, mientras su novia espera un hijo con otro amor. Dicho así, podríamos suponer que esto es una película policial.
Sin embargo, ese jinete también es una señora perdida en la ciudad, una travesti haciéndole los claritos a un mafioso, otra vez un jinete, pero no de las pistas, y su jefe es un capomafia con nombre de mujer y bebé en brazos, o el corrupto director de la cárcel con una mujer mística a su lado, y quizá su padre desconocido o algo similar sea alguien con cara de Malevo Ferreyra que aparece cada tanto y parece saber algo que nuestro personaje ignora.
Bueno, acá hay varios que no saben ni quiénes son, y el público tampoco sabe de qué va todo esto. Cuestiones de identidad, puede decirse, y también locura, o soltura, de un director fuera de serie. El público general lo conoce por “Historia de un clan”, “El marginal” y “El ángel”, hábiles producciones de su hermano Sebastián, pero lo suyo es también, o más bien, “Caja negra”, “Monobloc”, “Los santos sucios” y otras mezclas de realismo con poesía de locos y marginados, y el angustiante “Verano maldito”, enorme actuación de su hermana Julieta sobre un cuento de Yukio Mishima, “Muerte en el estío”. Aquí Mishima se llama un pura sangre que corre sobre una cinta mecánica. Pero eso no es lo más raro que veremos.
Veremos, por ejemplo, un particular juego de géneros, la curiosa amalgama del espíritu nórdico dentro del latino, secretas referencias de toda índole dedicadas al espectador cómplice tanto como al que simplemente gusta dejarse sorprender por lo desconocido.
Cierto, muchos saldrán diciendo que la obra es más rara que buena. No vamos a discutirles, pero, eso sí, qué rareza tan hipnótica, distinta de todo y a la vez capaz de movilizar a casi todos. Acá hay personajes y escenas que van a mantenerse en la memoria, porque Ortega tiene una sensibilidad especial, una ternura que vuelca sobre buenos y malos, y un leve sentido del humor que alivia el sinsentido de la vida (y no solo de la vida) y deja medio descolocado a más de uno. Y, además, sabe rodearse de artistas que lo potencian.
Creadores de máscaras preciosas, Nahuel Pérez Biscayart, Daniel Giménez Cacho, el trío Daniel Fanego, Osmar Núñez, Roberto Carnaghi, la dupla Úrsula Corberó-Mariana Di Girolamo, y también Luis Ziembrowski, Jorge Prado, Adriana Aguirre y Roly Serrano.
Fotografía, Timo Salminen, venido de Finlandia. Dirección de arte, Germán Naglieri. Música, Sune Rose Wagner, danés, y de fondo Palito Ortega, Sandro, Mozart, Piero, Leo Dan, Virus, Nino Bravo, Enrico Caruso, la Fanfarria Alto Perú de Granaderos marchando en la noche (¿noche americana?) y al final, como un bonus para el que se quedó a ver todos los créditos finales, Gardel, en el inhabitual “Soy una fiera”, milonga de Francisco Martino, 1926.
“El jockey” / “Kill the Jockey” (Argentina, España, EE.UU., México, Dinamarca, 2024); Dir.: Luis Ortega; Int.: Nahuel Pérez Biscayart, Ursula Corberó, Daniel Giménez Cacho, Daniel Fanego, Osmar Núñez, Roberto Carnaghi.
Fuente: Ámbito