Escribe Antonio Miguel Yapur*
Como en el título de esta columna, así una vez se expresó Hebe de Bonafini en una charla y explicó conceptualmente su
significado. La casa es el lugar donde todos podemos habitar, no tiene propiedad,
no tiene un dueño, es de los que colectivamente deciden habitarla.
En cambio,
una oficina es un lugar de paso, es un espacio donde podés entrar a hacer algún
trámite y luego te vas. No es tu lugar de vida, es solo un espacio del cual
tenés que irte indefectiblemente.
La casa es el
espacio que habitás, es el hogar, es el lugar que te acobija en todas las
circunstancias. En todas. En los enojos y en las disidencias, en las alegrías y
en las tristezas. El hogar, la casa, es el espacio colectivo, familiar que
siempre te abraza.
Los
americanos tenemos una casa en común que es nuestro territorio de convivencia.
Nuestra casa está sufriendo otra agresión por el capitalismo actual que algunos
lo llaman capitalismo neoliberal, otros, capitalismo financiero. Como se llame,
quiere transformar a nuestra casa en una tapera, en un lugar invivible.
Al
capitalismo nunca le interesó el bienestar en el planeta (y planeta, es porque
me refiero a todas las formas de vida, inclusive la humana), por lo tanto,
acerca de la manera de producir, de trabajar, de convivir, de sentir, de crear,
de amar, a él solo le interesa la máxima ganancia, los humanos y no humanos,
somos solo eso para el capitalismo, un objeto de ganancia.
El
capitalismo produce guerras para luego hacer negocios con la reconstrucción,
produce inseguridad para vender seguridad, produce enfermedades para vender la
cura.
El
capitalismo necesita producir pobres e inclusive está muy atento a la calidad
de vida de ellos, es necesario que sean miserables, que no tengan certidumbres
de un mejor vivir, que cada pobreza sea individual, propia, aislada y no
colectiva, que el mal vivir sea normalizado como un cánon necesario.
En medio de
esta perspectiva, la democracia capitalista es un riesgo para la reproducción y
apropiación de sus riquezas. El propio Estado de Bienestar de la post guerra
fascista fue una imposición obligada ante la presencia de los diferentes
sistemas socialistas en el mundo.
Por ello hoy
transitamos el resurgir del fascismo y del neofascismo en el mundo, pues la
acumulación del capital es tan grande que para sostener ese patrón de
acumulación, necesitan de la violencia, de la guerra. La democracia actual ya no les sirve para ello.
El nazismo
fue la expresión más horrorosa del fascismo en nuestro planeta y causó más de
40 millones de muertos. A 80 años de historia y memoria, cada 27 de Enero se
conmemora la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz,
que fue un territorio de horror de esa expresión fascista.
Por ello es
justo y necesario reivindicar la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo
de la entonces Unión Soviética, que ofrendó la mitad de los asesinados por el
nazismo.
En la
actualidad existen espejos de otros genocidios, de otras guerras. El sionismo
es la expresión política e ideológica del fascismo actual, es el ejecutor del
mismo exterminio causado en Auschwitz, el sionismo es el hijo dilecto del
supremacismo nazi que pretende liquidar al pueblo Palestino.
Con esa misma
ideología, la ultraderecha imperial encabezada por Trump y Musk sueña con
aniquilar cualquier resistencia o diferencia a sus objetivos económicos y políticos y militares.
En estos
momentos, la furiosa expresión financiera del capitalismo, concentra la
reproducción de riquezas de todo el planeta en manos de solo un 5% de sus
habitantes y planifica su sostenimiento mediante (entre otras cosas), el
resurgimiento de fuerzas de la ultraderecha cuya expresión política e
ideológica rememora aquellas épocas impregnadas de las dos grandes guerras del siglo
XX.
Nuestra
Argentina no es la excepción, convivimos con un Presidente de la Nación que
expresa y tolera esta violencia fascista como única forma de convivencia. Solo
la razón del violento es la que pretende hegemonizar la convivencia en nuestro
país.
Las
diversidades sociales son los enemigos que deben ser liquidados, aunque ello
implique un genocidio, y más aún, si actúan como colectivos sociales.
Es un
escenario sin fronteras, pero con localización territorial, sea América Latina
u otra parte del planeta.
Milei y su
cohorte gobernante necesita de la violencia para instaurar los intereses del
grupúsculo minoritario histórico amalgamado con socios globales. Es necesario
reprimir, silenciar, matar y someter para liquidar cualquier resistencia. No
somos sus víctimas, somos objetos a descartar.
Gobierna
autoritariamente sumiendo en un malestar a casi toda la sociedad, gobierna con
violencia hacia hacia cualquier colectivo que resiste, no concibe otra sociedad
que no sea la del minúsculo grupo del poder económico.
Milei aplica
políticas violentas al igual que el núcleo del renacimiento fascista mundial.
No
necesitamos gobiernos autoritarios, sí necesitamos gobiernos que sean
auténticamente democráticos no solo en nuestro país sino también en cada provincia.
Gobiernos que
recuperen incuestionablemente nuestras identidades nacionales y provinciales.
Que respeten nuestras diversidades y disidencias étnicas, culturales, de
género, de clase, lingusíticas, religiosas, artísticas, biológicas.
Necesitamos
construir una sociedad donde, colectivamente y cada uno, sintamos estar
cuidados y protegidos material, espiritual, emocional y simbólicamente.
Nuestros derechos colectivos, sociales e inclusive individuales son
irrenunciables, por eso debemos sostenerlos cada día con nuestra lucha.
La esperanza
no es única ni indefectible, por ello debemos darle contenido con la unidad en
la lucha. Debemos cuidar que nuestra casa no se transforme en la tapera del
capitalismo.
Nuestra casa común es cada territorio local, pero necesariamente integrado a la gran casa continental.
Los colectivos que integramos debemos fortalecerlos y abrazarlos en la gran diversidad, no queremos construir un mundo para cada, uno sino uno que sea para todos.
Debemos cuidar nuestras diferencias, abrirlas, expresarlas, para que se encuentren con las otras diferencias.
No queremos un mundo hegemónico, sino diverso en convivencia. No tenemos verdades únicas, ni individuales, las construimos colectivamente.
Sí, tenemos un único enemigo: el fascismo. Él es también el único que tiene verdades absolutas e inamovibles que no están relacionadas con nuestro bienestar y nuestras alegrías.
Autor: Ing. Antonio Miguel Yapur - Integrante de La Cultural de la Costa