La cara de Osvaldo Bayer miraba a los funcionarios que cortaban las cintas en el predio de La Rural. Miraba a Leonardo Cifelli, el secretario de Cultura de la Nación, representante del gobierno que destruyó el monumento al autor de La patagonia rebelde en la provincia de Santa Cruz el pasado 25 de marzo, después de la masiva movilización por el Día de la Memoria.

Todas las inauguraciones de la Feria del Libro son políticas; algunas más que otras. En esta edición, con Riad, la capital de Arabia Saudita como ciudad invitada de honor, un grupo de escritoras y escritores decidieron reparar el agravio y alimentar la memoria después del notable discurso de Juan Sasturain, “un elogio del libro abierto y usado”, con varios guiños literarios a Roberto Fontanarrosa, Enrique Santos Discépolo y Héctor Oesterheld. “Uno no se dirige a los presentes en tanto clientes, socios, cómplices, usuarios, inversores, seguidores de pantalla, apostadores, trolls y todas las variables de la enfermedad utilitaria. Náufragos y sobrevivientes sí, competidores seriales y expertos en liderazgo, no”, dijo el escritor en una explícita alusión al lenguaje de la ultraderecha gobernante.
Después del corte de cinta de los funcionarios, habló Juan Sasturain, con un extenso y exquisito discurso en el que reflexionó sobre la vergüenza, entre otras cuestiones literarias y políticas. “Mientras sintamos vergüenza habrá esperanza para todos”, concluyó el escritor. Entonces un grupo de escritores, entre los que estaban Liliana Heker, Guillermo Martínez, Claudia Piñeiro, Sergio Olguín, Selva Almada y Enzo Maqueira, entre otros, levantaron una suerte de pequeña réplica del monumento de Bayer.
“Subir la cara de Bayer nos pareció el acto político más contundente que podíamos hacer y que sintetiza lo que nos pasa a muchos con respecto a las políticas culturales de este gobierno. El gobierno desmantela y nosotros volvemos a traer a escena eso que desmantela”, declaró Claudia Piñeiro a Página/12. “Esta es una feria del libro y Bayer es un autor para muchos de nosotros insoslayable, que representa no solamente muchas cosas para la literatura, sino también para los derechos humanos y la política argentina. Acá no es una cuestión de partidismo, sino que la figura de un gran escritor que ha sido dada de baja por los funcionarios del gobierno actual es reivindicada por los escritores”.
Fragmento de la crónica de Silvina Friera en Página 12.